La fortaleza de Castellote es una amplia fortaleza (unos 130 metros de eje máximo por 50 de anchura) de planta irregular y cuatro recintos dispuestos escalonadamente, debido al desnivel del terreno en el que se asienta. El acceso se realizaba mediante puente levadizo. Quedan restos de cuatro torres. Entre ellas destaca la del “homenaje”, de grandes dimensiones, situada en uno de los extremos del recinto. Del castillo no se tienen noticias anteriores a 1168, en que fue conquistado definitivamente por Alfonso II, sin embargo, a la población ya se le llama Castellot en documentos eclesiásticos de 1148 y 1158, lo que permite suponer que ya existía el castillo entonces.
En octubre de 1188, el señor del castillo de Castellote es el noble Gascón de Castellot, quien acababa de ingresar recientemente en la Orden del Santo Redentor. Ocho años después consiente que Alfonso II de Aragón done la fortaleza a la Orden del Temple. Tras la disolución de los templarios, en 1317 llegarán los sanjuanistas, que convirtieron Castellote en cabeza de una de sus tres bailías, junto a Aliaga y Cantavieja, en lo que hoy conocemos como Maestrazgo. Permanecieron en la villa hasta 1769.
La primera guerra carlista devolvió la actividad bélica a la vieja fortaleza. El pretendiente don Carlos, tras visitarla en 1837, ordenó al general Cabrera que la modernizara. En 1840 fue ocupada por el general Espartero tras varios días de ataque con artillería, que concluyeron con el castillo prácticamente en ruinas. Los restos que quedaban en pie fueron volados más tarde por el duque de Valencia.
Fuente: https://museovirtualmaestrazgo.com/colecciones/castillo-castellote/
La fortaleza de Castellote, en Teruel, que perteneció a la Orden del Temple, domina el paisaje que conecta el Matarraña y el Maestrazgo desde un impresionante peñasco a cuyos pies discurre el curso del río Guadalope. Poco es lo que queda el antiguo castillo templario debido al bombardeo y el expolio sufrido durante las guerras carlistas. El general Espartero, al tomar el castillo, ordenó que fuese derribado. Sin embargo, y afortunadamente, en la cara norte aún se conservan restos de la magnífica Torre del Homenaje y, lo que es más importante, también de la Sala Capitular, al quedar ésta resguardada en una zona más baja, fuera del alcance de los proyectiles que lanzaron los cañones de Espartero.
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Lienzos de la Torre del Homenaje y la esquina Norte del recinto amurallado.
En estos lienzos he podido recoger sólo en un día de trabajo una muestra de 237 marcas de cantería. Ha sido una enorme sorpresa hallar tal conjunto de signos lapidarios, entre ellos incluso algunos tipos nuevos que no vistos hasta ahora. Por otro lado, he podido confirmar que la tipología de lapidarios recogidos aquí es similar a la que se puede observar en otras construcciones que pertenecieron a la Orden del Temple y, por extensión, a las iglesias y conventos de la Orden del Císter. Hay muchos paralelismos con, por ejemplo, la ermita de San Bartolomé de Ucero, cuya construcción, como sabéis, la tradición atribuye al Temple.
Las marcas de cantería son de gran tamaño, entre 10 y 20 cm. Labradas a conciencia. De trazo definido y profundo. Suelen ocupar 1/3 de la zona central la cara vista de los sillares. Prácticamente no hay un sillar que no tenga su marcaje. Llama la atención el buen estado de conservación de las marcas, aunque sería necesaria una actuación gliptográfica exhaustiva que se encargase de catalogar el interesante conjunto de signos que podemos encontrar en la fortaleza templaria de Castellote.
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Tumbas antropomorfas a los pies de la Torres del Homenaje y vistas del acceso al castillo.
Podemos observar estrellas, siempre de 4, 6 y 8 puntas con los extremos rematados con círculos, patas de oca, ángulos intersectados formando el acrónimo AVM; signos de maestría en forma de “A”, polígonos en forma de “torre”, flechas e incluso las representaciones de la herramienta de trabajo más preciada para el constructor y el cantero: la escuadra.
Marcas de cantero de la fortaleza templario de Castellote.
No hay una gran variedad de tipos, pero los que hay son de los más interesante en cuanto a poder determinar la tipología de marcas que suele aparecer en construcciones relacionadas con la Orden del Temple, lo que estaría indicando que los miembros de estos talleres de canteros utilizaban un mismo y particular argot.